***** Del 27 de junio al mundo *****

16.10.2010 12:00
De aquel “rockerito” que con la irreverencia propia del joven se aferró a los tres palos del DIM queda muy poco. Ahora con más años y sobre todo madurez sabe que el dinero no lo es todo y que una cosa es estar en Europa y otra jugar, aunque tanto en sus comienzos como ahora hay algo que no puede negar: David sigue teniendo una estrella especial.
 

 

Acababa de ser bicampeón de Colombia con el Medellín y nada menos que frente a Nacional, el eterno rival. Sobraban razones y tiempo para celebrar, pero prefirió el descanso entre amigos y el lugar escogido fue Cartagena, el mismo destino de muchos extranjeros que se dejan seducir por la historia y el mar.

David González, que se sentía como un turista más, y Cara, una inglesa que pese a muchas recomendaciones de no viajar a Colombia decidió que esas vacaciones de junio de 2004 debían ser en el Corralito de Piedra, vinieron a cruzarse en pleno Caribe, sin imaginar siquiera que sus corazones y destinos quedarían amurallados para siempre.

“Fue amor a primera vista”, recuerda el entonces arquero del Medellín que cautivó a la joven británica sin necesidad de poner como pretexto su carrera porque “cuando la conocí ella no tenía ni idea de fútbol, de hecho cuando me le presenté y le dije que lo jugaba, pensó que lo hacía con los amigos del barrio y les preguntaba a ellos que a qué me dedicaba, que si estudiaba o algo”.

Al contarle que se mudaba de Medellín a Cali durante un año le creyó y tras “el noviazgo virtual que mantenía en la internet” se cumplió el sueño de jugar en Europa “y ahí sí pudimos estar juntos porque se fue conmigo a Turquía, después me acompañó a Argentina y luego ya decidimos casarnos el año pasado”.

Pruebas no les faltaron para saber la intensidad del sentimiento que los ató en La Heroica, ya que ella fue su soporte anímico cuando a David le prometieron que iría a uno de los grandes del fútbol otomano, “pero al final hubo un problema y terminé firmando con el Rizespor, uno de media tabla, en el que fui titular durante toda la temporada y llegamos a la semifinal de la Copa Turca”.

Disfrutaron de “esa cultura, y una ciudad de tanta historia como Estambul nos cambió la perspectiva, sin duda, como también hacer amigos de otra religión y pensamiento, aprender otro idioma, en fin, eso lo llena a uno de muchas vivencias y experiencias”.

Estaban a gusto allí, pero “al siguiente año en plena pretemporada, un grupo de empresarios argentinos, por intermedio de Ómar Labruna, que me había dirigido en el Cali, mostraron su interés en adquirir mis derechos y como mi deseo era mostrarme más para ser considerado en la selección, sacrifiqué un poco lo económico y partimos hacia Suramérica”.

Newell’s Old Boys era el destino, pero “justo el día que se llegó a Rosario, hubo un problema entre la directiva y el técnico, que era Caruso Lombardi, y se cayó todo el negocio mío”. Muchas cosas pasaron por su cabeza, hasta buscar alguna alternativa en Colombia, pero con Cara decidieron viajar a Buenos Aires a ver si la promesa de sus nuevos dueños de ubicarlo en otro club fructificaba.

Fueron casi tres semanas de espera y el último día de inscripciones se logró un acuerdo con Huracán, pero “el técnico no me había pedido y como tal nunca contó conmigo, pero cuando llegó Ángel Cappa formé más parte del equipo, que logró esa gran campaña y que perdió el título en aquel polémico partido final con Vélez”.

Era julio del año pasado y al terminar contrato encontró el tiempo justo para formalizar su relación. “Nos casamos y en plena luna de miel me llamó mi suegro, que vive en Inglaterra, para decirme que después de nuestro regreso pasara un par de días por allí porque de pronto había una posibilidad”.

En efecto, a González le “presentaron un señor que tenía un contacto con el antiguo mánager del Manchester City, hice una prueba durante una semana y decidieron que me querían firmar”. Noticia que le alegró mucho al antioqueño, pero más a la familia de su esposa, porque “vivimos a dos cuadras de ellos, la verdad me siento en casa y por eso mi vida en lo personal está plena, feliz”.

Y ahora más que David debutó como padre hace un mes, aunque acepta que así estuviese “desesperado por tener un hijo, ahora con Sofía en mis brazos aún me pregunto de dónde salió este ser maravilloso; es algo raro, pero a la vez te embarga un amor profundo”.

Por eso le costó mucho desprenderse de las dos mujeres de su vida para adelantar la pretemporada con los Citizens en Estados Unidos, donde ha tenido “sentimientos encontrados porque, por un lado, estoy en uno de los clubes más ricos del mundo y con la proyección de ser el mejor del planeta en unos cuantos años, pero por el otro no soy titular”.

Igual en estos días ha sentido que está “al nivel de los demás”, algo que ni se imaginaba meses atrás porque “al comienzo, no sé si por el hecho de que siempre vi a muchas de esas figuras por televisión, me acobardaba al lado suyo y eso te hace mal porque no rendís lo mismo en el entrenamiento”.

Más de una vez, “en trabajos de espacio reducido con (Carlos) Tévez, (Emmanuel) Adebayor o Robinho, me sentía feliz y orgulloso de estar ahí, pero no daba lo mejor de mí porque pensaba que ellos eran mejores. Ahora todo cambió porque soy amigo de ellos y notas que son iguales a nosotros, simplemente tuvieron la suerte de estar en Europa y en una liga que la transmiten en todo el mundo”.

Tampoco deja de asombrarle que así como son de famosos muchos de sus compañeros, al mismo tiempo “sean muy sencillos”. “Uno que me ha sorprendido mucho es Patrick Vieira, un tipo que a pesar de toda su experiencia le gusta rodearse de los chicos que suben de la reserva, habla con todo el mundo y es excepcional”.

Así podría ser su simple presencia en un club como el City, pero González antes que nada quiere jugar, es “realista y en este club va a ser difícil hacerlo, así que la idea es que me presten a un equipo más chico, tal vez de la Championship, el segundo torneo en importancia de la primera división en Inglaterra”, cuyo fútbol aplica “tecnología en los entrenamientos y medicina deportiva en pro del buen rendimiento y para evitar lesiones. Es tal su desarrollo y estructura, que uno queda como asustado porque en Colombia no se ve nada de eso”.

De todas formas extraña muchas cosas de su tierra, entre ellas la guitarra, pero el Niño Dios se la trajo “en la Navidad del año pasado y lo único que hago es moverla en casa, cantar un poquito con mi señora y, cuando puedo, le toco algo a mi hija, aunque igual la música es apenas un hobby, no una pasión, y de hecho nunca tuve banda como se dijo alguna vez”.

De aquel “rockerito” que con la irreverencia propia del joven se aferró a los tres palos del DIM queda muy poco. Ahora con más años y sobre todo madurez sabe que el dinero no lo es todo y que una cosa es estar en Europa y otra jugar, aunque tanto en sus comienzos como ahora hay algo que no puede negar: David sigue teniendo una estrella especial.

Nota cortesía El Espectador

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