Medellín no se cansa de jugar con los sentimientos del hincha

12.09.2013 16:59

Por: Juan David Morales Gaviria
En Twitter @JuanMoralex27

Fotografía: Federico Garcia
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El Deportivo Independiente Medellín no se cansa de jugar con los sentimientos del hincha, no se cansa de continuar perdiendo puntos de vital importancia para sus aspiraciones en este campeonato.

Tampoco se cansa de ese juego débil, descoordinado e inerte en la marcación personal y en la recuperación y posterior entrega del balón. Y aunque no desilusiona completamente, quizás por el partido que se nos viene, es triste reconocer que de lo único que sí se cansa el Poderoso es de correr en una cancha.

Otra vez el Boyacá Chicó nos pintó la cara en su propio estadio. De nuevo los “Ajedrezados”, con un equipo sin nombres rimbombantes pero sí de jugadores con alma y corazón de peones, lograron pasar por encima de nuestra querida institución centenaria y la hicieron ver mal, muy mal.

 

El resultado final, consecuencia de una pésima defensa y de los crasos errores en la zona de los volantes de contención, fue un fatídico 3 – 1 que deja a los dirigidos por el recién llegado Pedro Sarmiento ubicados en la décimo tercera posición con tan sólo nueve puntos sumados en ocho juegos que disputó. Números lamentables.

 

 

Pero lo más doloroso es ver, percibir y sentir la impotencia del hincha, del fanático. Lo más absurdo es no poder hacer nada, al parecer, desde nuestra condición de fanáticos para sacar al Medellín de esta crisis y ayudarlo a encontrar una identidad futbolística. Eso sí que duele.

En el Rey de Corazones, que cada vez están más heridos, pero nunca vencidos, el único jugador que siente la sagrada camiseta roja es el argentino Germán Ezequiel Cano, un excelente ser humano comprometido con esta familia de cien años.

Entristece ver cómo a estas alturas del campeonato ya muchas personas comienzan a derramar lágrimas porque el equipo no encuentra su norte, su rumbo fijo. Y es que aunque en los peores momentos también hemos sabido sonreír, el panorama en esta oportunidad se torna totalmente distinto.

Distinto porque el DIM perdió su alegría en la cancha, porque los jugadores ya no están corriendo los 90 minutos del partido. Distinto porque los hombres de las ideas ya no tienen su As bajo la manga, porque la defensa ya no nos brinda la seguridad de torneos anteriores, en los cuales esa línea de cuatro del fondo se ha mostrado casi imbatible.

Ahora todo es diferente, y es una lástima que así tenga que ser.

Lo único rescatable del compromiso, junto al goleador Cano, fue el amor y la resistencia que siguen y seguirán mostrando esos hinchas que acompañan en todas las canchas al Decano del fútbol profesional en Colombia. Eso se llama lealtad, así las sonrisas se borren hasta de las entrañas.

No queda más que esperar el otro compromiso y renovar los votos de fe, pues se viene el clásico antioqueño. El próximo sábado el Independiente Medellín jugará ese partido que no se puede perder, el único que el hincha le pide que gane y, sobre todo, que lo juegue con coraje, pasión, amor y toda la verraquera que sólo el verdadero paisa puede tener.

Un partido de tres puntos importantes, pero en el que lo principal será salir a defender nuestro nombre, nuestro orgullo y nuestros sagrados colores, por los cuales cientos han dejado la vida y miles hemos derramado hasta lágrimas de sangre.

A los jugadores lo único que les pido es que no se olviden lo que representa este juego para la ciudad. Tampoco olviden que estamos en nuestro año Centenario, que realmente y tristemente no ha sido lo que esperábamos.

Un Centenario sin color, sin música, con más tristezas que alegrías. Un siglo de vida que se cumple con tribunas sancionadas y toda la opinión pública hablando del mal comportamiento del hincha Rojo y Azul en el mítico Coloso de la Avenida Centenario.

Pero eso es tema de discusión en otro momento, pues ahora lo importante es pensar en cómo ganarle al vecino en el juego que se viene, en cómo celebrar esa victoria y cómo demostrar cuál es el equipo que manda en la ciudad.

Es hora de renacer de entre las mismísimas llamas del infierno, como el ave fénix, y demostrar que no está derrotado quien lucha y hace su trabajo con verdadero amor y sacrificio.

Este clásico, oh mi amado Independiente, tenés que demostrar por qué llevas ese sagrado nombre y ese glorioso escudo bordado en el corazón.

Y quizás hoy no sea un momento dulce, pero sólo así me iré preparando para el sábado comer “amargo”.

¡Porque Medellín son dos: La ciudad y el Equipo del Pueblo!